En el año 1984 se apagó la última carbonera de Ancín. Y con ella, una forma de vida y de subsistencia que caracterizó a muchos de los habitantes del pueblo durante generaciones.
Pero en el año 2009, un grupo de vecinos de Ancín, algunos de ellos hijos y nietos de antiguos carboneros, recuperaron el viejo oficio de hacer carbón, y algo más importante, recuperaron también el orgullo de los ancinejos de ser carboneros.
Tras limpiar y acondicionar en “Auzolan” una zona de monte próxima al pueblo, decidieron hacer una carbonera con la leña cortada. Aunque no fue tarea fácil convencerles, para ello contaron con la ayuda de los últimos carboneros que quedaban en el pueblo. Con la experiencia de los mayores, y la ilusión de los jóvenes, se construyó la nueva carbonera y se evitó que con la desaparición de la última generación de carboneros, se perdiese también este oficio que nos da el sobrenombre por el que somos conocidos los habitantes de Ancín, “los carboneros”.
Ante el éxito y la expectación que se generó en el pueblo, al año siguiente se volvió a hacer otra carbonera, esta vez con una fiesta y comida para todo el pueblo en torno a ella.
A partir de aquí, se ha convertido en una fiesta bianual, de recuperación de esta tradición y de nuestras raíces, y en 2012 se volvió a realizar de nuevo, esta vez con el pueblo de Goizueta como invitado. En los años 30-40, algunos de los carboneros de Ancín tuvieron que ir largas temporadas a los montes de Goizueta a trabajar en el monte haciendo carbón, como así se ha constatado investigando en los archivos municipales de aquella villa. El interés de los vecinos de Goizueta en recuperar la tradición del carboneo hizo que fueran invitados a la fiesta de la Tercera Carbonera de Ancín, participando de manera activa, mostrándonos el “zahagi-dantza” o baile del carbonero de Goizueta. Además, el encendido de la carbonera, acto central de la celebración, fue hecho de manera conjunta por los alcaldes de ambos pueblos, y se hizo un hermanamiento de ambas localidades.
Dos años después se continuó con la tradición. En la edición de 2014 los encargados del encendido fueron los jóvenes del pueblo, como símbolo de que la tradición del oficio de carbonero quedará un día en sus manos, y ellos serán los encargados de transmitirlo a las siguientes generaciones.
En 2016 además de los visitantes de Goizueta, como en años anteriores, también contamos con la visita de representantes de Ledesma de la Cogolla, pueblo riojano carbonero como el nuestro.
En esta ocasión el encendido fue realizado por las mujeres de Ancín, algunas de ellas hijas y nietas de carboneros, como reconocimiento al duro trabajo que realizaron las mujeres de los carboneros en tiempos pasados. Unas labores más ligadas a las tareas del hogar y el cuidado de los hijos, pero sin embargo imprescindibles para el trabajo de los hombres, que pasaban largas temporadas en el monte haciendo carbón.
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Pero… ¿cómo se hace una carbonera?
A lo largo del invierno era cuando se cortaba y preparaba la leña en el monte. En el caso de Ancín, de encina. Con la llegada del buen tiempo, a partir del mes de mayo, se comenzaba a preparar las carboneras.
En un círculo llano y despejado de árboles, denominado sitio o plaza, se montaba la carbonera. En el centro se colocaba un hondón, o raíz de encino, y alrededor de éste se comenzaba a armar la carbonera, colocando primero los troncos gruesos y después los más finos en el exterior, dejando un hueco o chimenea central.
En el contorno de la base se disponían unas pequeñas ventanas que servían de tiro, llamadas arrukas, y que el carbonero abría o cerraba a su criterio durante la cocción.
Cuando toda la madera estaba dispuesta, se cubría con girike (brezo) o paja, que aislaba la madera de la tierra, con la que se tapaba todo.
Una vez montada, se procedía al encendido de la carbonera. Se accedía a la parte superior, mediante una escalera, y se introducían brasas por la chimenea. Cuando había tomado fuerza, se tapaba.
A medida que la leña se iba cociendo, se perdía humedad y volumen. Para rellenar los huecos que se iban creando, se destapaba la parte superior y se rellenaba con leña nueva, removiendo con una palanca. Es lo que se conoce como “darle betagarri”. El mantenimiento de la carbonera requería una vigilancia constante, tanto de día como de noche.
Dependiendo de la cantidad de leña, el proceso de cocción duraba entre 15 y 21 días. El olor y color del humo indicaba a los carboneros cuando estaba listo el carbón. Tras dejarla enfriar 3 días, llegaba el momento de desmontar la carbonera, y sacar el carbón.
Texto y fotos: Isaac Corres